Yo sólo tengo veintiún años, pero aún así, desde que tengo memoria, nuestra rutina ha cambiado considerablemente. Aunque cuando yo era pequeña ya existía internet, mis primeros pasos en el ordenador fueron algo caóticos, las páginas web eran mucho más simples y la comunicación más lenta (email, foros, etc). Algunos, más veteranos, recordarán incluso la llegada de internet a nuestra vida. En general, podríamos decir que internet y la tecnología, desde esos días, ha evolucionado a una velocidad increíble y se ha hecho un hueco fundamental en nuestras vidas. Confiamos en internet para comunicarnos, para trabajar, para estudiar. Se ha creado una nueva época definida por la información y los usuarios. Al principio los usuarios de internet se reducían a un grupo de estudiantes, investigadores y algunos empresarios, y sin embargo en la actualidad todos somos usuarios. Este fenómeno no debe ser tratado como una nimiedad, en una época que se ha construído sobre la motivación del dinero, un entorno virtual constituído sobre unos ideales de información gratuíta, descentralizada y promovida por gente que desinteresadamente se vuelca en la evolución de ese mismo entorno, es digno de atención. Internet suponía un nuevo modelo de "estado", aunque virtual, libre, sin un núcleo que gobierne o controle al resto, y empujado por sus propios usuarios, los cuales no pertenecen a un sistema estructurado de poder, en el que idealmente todos son iguales. Un sistema que podría pensarse hasta entonces caótico, ha funcionado con impresionante eficacia en un contexto virtual, y ha llegado hasta nuestros días, ni siquiera en segundo plano, si no como la base de la sociedad actual. Lejos de alcanzar un estado caótico, internet incluso ha desarrollado la "nética", o una ética no escrita que se mantiene como un fantasma entre los usuarios. Sin embargo, este potencial, este alcance a la sociedad tampoco pasa desapercibido a gobiernos y entidades privadas, y muestra de esto es la ingente cantidad de estudios alrededor de big data, por ejemplo. Este sistema descentralizado de información puede suponer una herramienta maravillosa de comunicación como nunca antes se había visto y desgraciadamente esto puede llegar a verse como una amenaza según para qué gobiernos y entidades. Es por eso que, a la vez que internet, llega su censura. Alrededor del mundo, los diferentes países intentan establecer control sobre los usuarios, ya sea a través de la censura o la vigilancia masiva de datos. Así pues, encontramos casos como los de China, Rusia, Vietnam, Arabia Saudi, Estados Unidos, Reino Unido, India, y la lista continúa. Estos países censuran, manipulan y vigilan a sus usuarios, pero lo más escalofriante no es el hecho de que lo hagan, si no que lo admiten públicamente, y no sólo no son sancionados, si no que a veces son aplaudidos por los propios usuarios, dado que esta vigilancia y censura son usualmente escudados en la protección, y utilizan el miedo como argumento principal. Es inevitable desalentarse ante tal escenario, pero afortunadamente no todo es negativo. A la vez que internet, la censura y los primeros pasos de esta sociedad digital descentralizada, surgieron "hackers" (entendiendo la palabra hacker como aquel curioso sobre tecnología, y no cracker) que preveían el potencial de internet y los temores que produciría. Distintas personalidades, como Mitch Kapor, Perry Barlow, Wozniak, Gilmore o Stewart Brand, fundaron y co-fundaron la EFF, y abogaban abiertamente por la libertad de expresión y la privacidad en internet. En este contexto, surge el primer Congreso Hacker, en San Francisco (irónicamente en 1984) donde también se abarcaron charlas de esta temática (y es que no sólo de virus vive el hacker, también de crítica). Pero sin irnos tan lejos, un personaje que es ampliamente conocido en la sociedad actual, Edward Snowden, también es un ejemplo de lo que antes mencionábamos, la "nética", o la ética alrededor de la cultura digital. Como Goldstein en 1984, Snowden es considerado a partes iguales traidor y héroe, dependiendo de a quién preguntemos. Julian Assange también se vió metido en la ola de internet, y lo calificó de lo mejor que le podía suceder a la humanidad, en su estado de utopía. Dando un paso más cercano al presente, "MalwareTech", como se hace llamar el chico que frenó el ransomware que tanto asustó al mundo, y que luego fue detenido por el FBI, me comentaba en una breve conversación que el anonimato en internet debería ser total, puesto que las medias tintas no existen sin manipulación, y sin embargo también me confesaba que lo veía una utopía inalcanzable. Como podemos observar a lo largo de la historia de internet, aquellos hacker que se han acercado a husmear la nética y la política de internet, tienen ideas similares aunque las opiniones y los enfoques sean distintos. Y es por ello que surgen, de la mano de estos mismos hacker, asociaciones que nos permiten defendernos en grupo. Y no sólo estoy hablando de asociaciones formadas por informáticos, también por periodistas, que están íntimamente relacionados con la censura en internet. Así pues, a parte de la Electronic Frontier Foundation o TOR project, surgen los Reporteros sin Fronteras que luchan activamente contra la censura en internet (a través de investigaciones, publicaciones y guías) con movimientos como su lista de "enemigos de internet", entre los cuales figuran países de los ya nombrados. Assange, mencionado antes, por ejemplo, es la muestra de lo íntimamente ligados que están el periodismo y la informática. Y también puede comprobarse en casos como la crisis de Kosovo en 1999, en el que los medios de comunicación oficiales se veían obligados a ignorar las protestas de los ciudadanos, además de las ejecuciones, violaciones y exilios del gobierno Yugoslavo. Sin embargo, en internet podía encontrarse la verdad, y a través de un servidor proporcionado por la EFF, los ciudadanos pudieron enviar mensajes de forma segura al exterior. "Debemos defender nuestra privacidad si queremos llegar a tener alguna" decía Eric Hughes en su "Manifiesto Cyberpunk", en 1993, de nuevo dirigido a los hackers del mundo. En su manifiesto "Privacidad, Tecnología y Sociedad Abierta", John Gilmore expresa su deseo de aprovechar el potencial de internet para alcanzar una sociedad que comprenda la importancia de su privacidad. La privacidad y los derechos digitales nos permiten ser miembros activos, críticos y constructivos de la sociedad, y ahí radica su importancia. Pero, ¿Cómo? ¿Cómo podemos ser útiles en esta guerra invisible por nuestros derechos? De un usuario medio, podemos esperar una serie de costumbres, que me gusta llamar "sanas", a la hora de utilizar internet. Es decir, usar navegadores alternativos como I2P o TOR, un sistema operativo no intrusivo como alguna distribución de Linux, o centrar algo de su tiempo y esfuerzo en aprovechar el carácter descentralizado de la información para contrastar noticias. Pero como hackers, como informáticos, tenemos otro alcance. Los hackers, considerados casi como "magos" por aquellos más alejados de las líneas de código y los terminales, pueden cambiar, como ya han hecho, el rumbo de la historia. Explicaba Hannah Arendt en su ensayo "Sobre la Revolución" que el término Revolución significaba originalmente restauración, y la confusión que esto puede generar en la historia. Pero a nosotros nos viene de perlas, pensar que es más que natural que los encargados de restaurar la sociedad basada en la tecnología, sean precisamente esos magos digitales, los hackers. E incido en restaurar porque no buscamos algo nuevo, buscamos el internet que pensaron sus creadores, y eso no lo hace menos revolución. Y para mantenernos coherentes a nuestros requisitos, esta revolución no es individualista, no se busca a un líder, se busca a una comunidad. El Open Source, la privacidad y la tecnología son las armas necesarias para programar y compartir herramientas que combatan la censura, y que son delegados desinteresadamente a usuarios y otros programadores. Si no puedes programarlo de cero, puedes colaborar con otros que ya lo han empezado, o empezarlo y dejar que otros lo acaben. El potencial, las herramientas y la estructura social-digital ya están ahí, y sólo queda que los hackers, los informáticos y los programadores decidan utilizarlos.